Serán las calles las que a partir de ahora
paseen rectas las ondas giratorias del mundo.
Y las nubes tiernas quienes vuelen el ancho cielo
arropadas tan sólo por el murmullo intenso
de quien acaricia los rayos del sol en un momento.
Ahora las olas navegarán solas el mar y su blanca espuma
y crearán corrientes de agua cristalina
que no arrastrarán a nada ni nadie ni a ninguna.
Sólo las lágrimas llorarán de pena y tristeza al tiempo,
de alegría en un momento feliz como aquél nuestro.
Sólo una sonrisa reirá de lo entredicho
y de las carcajadas agudas sin ningún motivo
aparente realidad del lugar que habito.
Mi día empieza y termina contigo.
Después de tanto tiempo y aún, contigo.
Son sensaciones pares las que encuentro a tu lado,
frente a la mirada que me enamoró antaño
y los besados labios acurrucados
tras la prohibición abrupta de la negación.
Aún hoy de madrugada y lejos
conectas conmigo y me regalas versos
uno
detrás
de
otro.
Me desvelo en un instante
para perseguir entre las sábanas cuatro palabras
y abandono mi cama para retorcer en un folio
las imágenes más bellas que pueda imaginar
(recordar, en algún caso a tu lado).
Y abrazo la guitarra y pienso en tu pelo.
Y te huelo, de verdad te huelo.
Aquí estás.
Sigues siendo tú
quien remueve mi pecho.
Me vuelvo a perder y
¿a quién encuentro?
Mire al cielo, al suelo,
a un lado y otro de este sueño…
Aquí estás.
Sigues siendo tú
quien habita aquí dentro.
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